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Dos Hervors, un mismo nombre


Cuando el destino se repite en la sangre

En la literatura nórdica antigua, los nombres no son solo etiquetas. Son eco de los ancestros, presagio del porvenir, y a veces, sentencia.

En la Saga de Hervor y el Rey Heidrek el Sabio, encontramos algo raro y poderoso: dos mujeres llamadas Hervor. La primera es Hervor Angantyrdóttir, la hija de un berserker muerto, que despierta a su padre en un túmulo ardiente para reclamar la espada maldita Tyrfing. La segunda es Hervor Heidreksdóttir, nieta de la primera, que defiende una fortaleza contra una horda de hunos y cae en batalla con la espada en mano.

Ambas comparten nombre.
Ambas comparten coraje.
Ambas comparten un destino marcado por la guerra.

Pero lo más inquietante no es la coincidencia: es la intención. En la cultura nórdica, repetir un nombre no era casualidad. Era un acto deliberado: invocar al pasado, honrar al muerto, reclamar su fuerza… pero también, asumir su carga.

Cuando los padres de la segunda Hervor le pusieron ese nombre, sabían lo que significaba. Sabían que Hervor no era un nombre suave, ni doméstico. Era un nombre de fuego, acero y tumbas abiertas. Y aun así, lo eligieron.

¿Por qué?

Quizás porque creían que el destino podía vencerse.
Quizás porque pensaban que el nombre traería protección.
O quizás —como ocurre tantas veces en la vida real— simplemente querían honrar a una abuela extraordinaria… sin imaginar que su hija caminaría los mismos caminos sangrientos.


Nombres que pesan

Hoy, muchos de nosotros llevamos nombres de abuelos, tíos, bisabuelos. A veces es un homenaje silencioso. Otras, una esperanza: “Que sea fuerte como su abuelo”, “que tenga la sabiduría de su tía”.

Pero ¿alguna vez nos preguntamos qué sombras vienen con esos nombres? ¿Qué expectativas, qué heridas no sanadas, qué sueños truncados se esconden detrás de una simple palabra?

La saga no juzga a las Hervors. No dice que fue un error repetir el nombre. Simplemente muestra que el destino no se borra con el tiempo. Se transmite. Se transforma. Pero rara vez desaparece.

La primera Hervor desafía a los muertos.
La segunda defiende su tierra hasta la muerte.
Una es mítica, la otra histórica.
Pero ambas son mujeres que no se doblan.


En la lengua de los antiguos

En islandés antiguo —la lengua en que se escribieron las sagas— el nombre de la primera Hervor aparece como:

Hervör Angantýrsdóttir

Y en un verso de la Hervararkviða (el poema que forma parte de la saga), ella misma se presenta así ante el túmulo:

„Vaki þú, Angantýr, vekr þik Hervör, ein dóttir ykkr Sváfu ok þér!“

Que traducido dice:

“¡Despierta, Angantyr! Hervor te despierta, ¡única hija de ustedes, Svafa y tú!”

Esas palabras no son solo un grito. Son un acto de reclamación: de identidad, de herencia, de derecho a la espada… y al destino.


¿Estamos condenados a repetir lo que llevamos en la sangre?

No necesariamente.
Pero sí estamos invitados a reconocerlo.

La gran lección de las dos Hervors no es que el destino es ineludible, sino que el nombre es una semilla. Lo que crece de ella depende de la tierra, el clima… y la voluntad de quien lo lleva.

La primera Hervor elige ser guerrera cuando todos le dicen “pastora de cerdos”.
La segunda elige luchar cuando podría haber huido.
Ambas reclaman su nombre como arma, no como cadena.


Reflexión final

La próxima vez que escuches a alguien decir:

“Se llama como su abuela”,

pregúntate:
¿Qué historia viene con ese nombre?
¿Qué fuego duerme bajo esas sílabas?

Porque a veces, en un simple nombre, late toda una saga.


„Nafn ber skjöld,“ dicen los islandeses.
“El nombre lleva escudo.”
Pero también espada. Y a veces, una maldición… o una promesa.


Canto de Hervar  

Traducido por A. U. Bååth  

Albert Bonniers Förlag  

Estocolmo, 1925


Hervar:

¡Despierta, Angantyr!  

Hervar te llama,  

la única hija  

de ti y Tova.  

Dame del túmulo  

la gloriosa espada,  

que los enanos forjaron  

para Svaverlame.

¡Hervard y Rane,  

Hjorvard, Angantyr!  

Os llamo  

bajo las raíces del árbol,  

armada con casco  

y afilada espada,  

escudo y armadura  

y lanzas rojas.

Considero que a la oscuridad  

os habéis convertido,  

hijos guerreros  

del fuerte Arngrim —  

si ninguno de vosotros,  

hijos de Öfura,  

hablará conmigo  

en Munarvåg.

¡Hervard y Rane,  

Hjorvard, Angantyr!  

Que tal valentía  

tengáis todos,  

como si estuviérais  

en el montón de hormigas —  

si no dejáis la espada  

que forjó Dvalen.  

¡Las armas preciosas  

no son escondidas por los espectros!

Entonces respondió Angantyr:

¿Oigo que me llamas,  

Hervar, mi hija?  

¡Viajas violentamente  

hacia el peligro ahora!  

Estás enloquecida,  

sin juicio  

en un camino engañoso —  

¡despiertas a los muertos!

No me enterró mi padre,  

ni otros parientes.  

Luchan aquellos  

que quedaron  

tras la batalla —  

esos dos tomaron  

Tyrfing en sus manos.  

Sin embargo, su dueño  

fue uno al final.

Ella cantó:

¡Dime la verdad!  

Tan seguro como Odín  

te guarda en el túmulo,  

¡que no tienes contigo  

Tyrfing!  

Eres lenta,  

cuando tu heredera ruega  

una sola petición.

Entonces se abrieron los túmulos, y era como si todos estuvieran en llamas. Y Angantyr cantó:

¡Se ha abierto la puerta de Hel!  

Los túmulos se abren.  

Alrededor de las orillas  

resplandecen llamas.  

¡Horrible es todo ver afuera!  

¡Puedes — apresúrate a los barcos, doncella!

Ella dijo:

¡No queméis  

la hoguera de noche,  

para que no tema  

por vuestros fuegos!  

El corazón de la joven  

no tiembla,  

aunque el espectro  

esté en la puerta.

Entonces cantó Angantyr:

Te digo, Hervar,  

lo que sucederá,  

escucha las palabras,  

hija del jefe.  

El Tyrfing, si me crees,  

mujer, destruirá  

a toda tu estirpe.

Tendrás un hijo,  

que luego debe  

llevar Tyrfing  

con fe en su fuerza.  

A él se le llamará  

Hedrek,  

el más poderoso bajo el cielo.

Ella cantó:

Entonces yo encantará  

a los muertos,  

para que todos  

descansen  

en los túmulos podridos  

entre los espectros móviles —  

si no me entregas del túmulo,  

Angantyr,  

la muerte de Hjalmar,  

que corta las armaduras.

Él dijo:

No pareces  

ser como los humanos,  

doncella, al vagar alrededor  

de los túmulos a medianoche;  

armada con espada,  

en casco y coraza,  

con lanza estás  

delante de la puerta del salón.

Ella cantó:

Pensé que bien  

a eso,  

antes de que fuera a buscar  

vuestros salones.  

Dame el casco de coraza  

del túmulo,  

no sirve ocultar  

el trabajo de los enanos.

Angantyr cantó:

Bajo mis hombros escondo  

la muerte de Hjalmar.  

Está rodeada  

de llamas.  

En la tierra no conozco  

ninguna doncella  

que se atreva a tomar en mano  

esa espada.

Ella dijo:

Bien la guardaría  

esa espada afilada,  

la tomaría en mano —  

¡si la tuviera!  

No temo  

el fuego, ni sus llamas:  

se apaga tan pronto  

como la miro.

Él cantó:

Eres ingenua,  

aunque valiente —  

¡te lanzas al fuego  

con los ojos abiertos!  

Antes de que te dé  

la brillante hoja,  

¡no puedo negar a las jóvenes!

Ella cantó:

Bien hiciste,  

descendiente de los vikingos,  

cuando me diste  

la hoja brillante.  

Más alto me alegra el regalo,  

señor,  

que si tuviera  

toda Noruega.

Él cantó:

¡Ay de tus palabras,  

mujer insensata!  

No sabes  

lo que te alegra:  

esa espada Tyrfing,  

si me crees,  

destruirá toda tu estirpe.

Ella dijo:

Iré  

a los barcos en movimiento;  

la doncella ahora está de buen ánimo.  

¡Heredero del príncipe!  

Me preocupa poco  

lo que suceda a mis hijos después.

Él cantó:

Tendrás la espada  

y la amarás por mucho tiempo —  

la muerte de Hjalmar.  

Guárdala solo en la vaina;  

no toques la hoja,  

expuesta al veneno;  

peor que el veneno,  

¡causa la muerte!

¡Adiós, hija!  

Te doy ahora  

la fuerza de doce hombres —  

si pudieras creerme —  

y fortaleza y valor  

y todo lo bueno  

que los hijos de Arngrim  

dejaron.

Ella cantó:

Me apremia irme —  

¡hay en el túmulo, todos  

felices en el sepulcro!  

Quiero partir pronto.  

Entre los mundos,  

me he visto,  

cuando los fuegos han rugido  

a mi alrededor.


https://sagaland.blogspot.com/2024/09/hervars-kvade-el-canto-de-hervor.html

https://heimskringla.no/wiki/Hervars_kv%C3%A4de

Hervor’s Diary – “Alu Alu Alu God”

Three winters we must endure, without letting the flame perish.
Three winters… and one already ends. Amidst this dark storm, our soul seeks to remain.
So easy it would be to let go, to slumber and merge with the snow… But where will our children go? In what refuge will they find their mother’s love and protection?
Grandmother Disa, will you allow our lineage to turn to ashes and burn without a choice?
Here we are: your son, your daughter, your grandsons and granddaughters, in the midst of Fimbulwinter. We sing to you: “Alu, Alu, Alu God.”
Fill your horn with the purest golden liquid, may it traverse the past, the present, and the future, and may our lineage find the bliss of continuing to inhabit this corner of Midgard —or another— but with the enthusiasm of being alive, with the power of creation we carry in your name, grandmother Disa.
We send you this message through the threads of Urd, Skuld, and Verdandi. Weave for us the coziest blanket, so that the gloom fills with radiance, sorrow with laughter, the table with prosperity, and nature begins to be reborn.
Hurry, grandmother Disa! Alu, Alu, Alu God. All eternal cold also meets its end. Skäll

Tres inviernos hemos de pasar, sin dejar que la llama perezca. 

Tres inviernos… y uno ya termina. En medio de esta tormenta oscura, nuestra alma busca permanecer.

 Tan fácil sería dejarse ir, dormitar y fundirse con la nieve… Pero ¿a dónde irán nuestros hijos? ¿En qué refugio hallarán el amor y la protección de su madre?

Abuela Disa, ¿permitirás que nuestro linaje se haga cenizas y arda sin opción? 

Aquí estamos: tu hijo, tu hija, tus nietos y nietas, en la mitad del Fimbulvetr. Te cantamos: “Alu, Alu, Alu God.”

 Llena tu cuerno del más puro líquido dorado, que atraviese el pasado, el presente y el futuro, y que nuestro linaje encuentre la beatitud de seguir poblando este rincón de Midgard —u otro—, pero con el entusiasmo de estar vivos, con el poder de la creación que portamos en tu nombre, abuela Disa.

Te enviamos este mensaje a través de los hilos de Urd, Skuld y Verdandi. Teje para nosotros la manta más acogedora, para que la penumbra se llene de fulgor, la pena de risas, la mesa de prosperidad, y la naturaleza comience a renacer.

¡Apresúrate, abuela Disa! Alu, Alu, Alu God. Todo frío eterno también encuentra su fin. Skäll!

Hervor’s Diary – “The Huldre’s Gift” By Gaby

“Sunsets would find the girl-Hervor transformed into a shadow among the trees. She did not stalk out of malice, but from a hunger to understand the patterns of travelers: their routes, their fears, the objects they deemed valuable.

What she did not know was that she herself was being watched. From within the vegetation, eyes older than human kingdoms observed her with curiosity. The Huldrefolk, usually elusive, found themselves intrigued by this human creature who seemed to understand the secret language of the forest.

‘Look,’ whispered one with a voice like dry leaves, ‘she hunts like us, but without magic.’

‘Only with cunning,’ replied another, her bark-like fingers caressing the trunk of the ash tree.

It was on the seventh sunset that Hervor found the dagger. It was not placed in the tree—it seemed to have grown from it, like a metallic fruit offered specifically for her.

Upon taking it, she felt more than saw the movement among the trees. She felt no fear. She knew, in some deep place within her twelve-year-old being, that it was a gift from those whom she had entertained without knowing it.

The symbol on the blade—a spiral that ended in an eye—glowed faintly at her touch. She needed no one to explain its meaning to her: it was a reminder. We see you. You are one of ours.”

El Diario de Hervor -El regalo del Huldrefolk

“Los atardeceres encontraban a Hervor-niña convertida en sombra entre los árboles. No acechaba por maldad, sino por hambre de entender los patrones de los viajeros: sus rutas, sus temores, los objetos que consideraban valiosos.

Lo que no sabía era que ella misma era acechada. Desde entre la vegetación, ojos más antiguos que los reinos humanos la observaban con curiosidad. Las Huldrefolk, usualmente esquivas, se sentían intrigadas por esta criatura humana que parecía entender el lenguaje secreto del bosque.

‘Mira,’ susurró una con voz de hojas secas, ‘caza como nosotras, pero sin magia.’

‘Solo con astucia,’ respondió otra, sus dedos de corteza acariciando el tronco del fresno.

Fue en el séptimo atardecer que Hervor encontró la daga. No estaba puesta en el árbol – parecía haber crecido de él, como un fruto metálico ofrecido específicamente para ella.

Al tomarla, sintió más que vio el movimiento entre los árboles. No tuvo miedo. Supo, en algún lugar profundo de su ser de doce años, que era un regalo de aquellas a quienes había entretenido sin saberlo.

El símbolo en la hoja – una espiral que terminaba en un ojo – brilló débilmente al tocarla. No necesitó que le explicaran su significado: era un recordatorio. Te vemos. Eres una de las nuestras.

Hervor’s Diary – Rúnúlfr –

 

 

“On the Island of the Dead, when the shadows rose hungrily and her father’s spirit thundered in the darkness, Hervor’s hand did not reach for Tyrfing.

Her fingers found the carved fang at her neck, and for an instant, she was not alone. She felt the warmth of white fur against her cheek, the familiar nuzzle of a snout in her hand.

‘Father,’ she said, and her voice held the echo of two souls, ‘I do not come to challenge your rest. I come to understand why honor hurts so much.’

The fang pulsed softly against her chest, reminding her that some protections need no edge—only memory.”

 

 

El Diario de Hervor -Rúnúlfr

“En la Isla de los Muertos, cuando las sombras se alzaron hambrientas y el espíritu de su padre tronó en la oscuridad, la mano de Hervor no fue hacia Tyrfing.

Sus dedos encontraron el colmillo tallado en su cuello, y por un instante no estuvo sola. Sintió el calor de un pelaje blanco contra su mejilla, el roce de un hocico familiar en su mano.

‘Padre,’ dijo, y su voz tenía el eco de dos almas, ‘no vengo a desafiar tu descanso. Vengo a entender por qué el honor duele tanto.’

El colmillo latía suavemente contra su pecho, recordándole que algunas protecciones no necesitan filo, solo memoria.”